Valor para hacer algunas cosas
He estado luchando por la adquisición de una nueva conciencia y me está costando mucho trabajo, pues deseo de todo corazón no empezar a transitar el Segundo Paso como lo hice con el Primero: me la había estado llevando sola.
Sin el afán de culpar a nadie, les comento que mi madrina declinó el Servicio de amadrinarme. Y no la culpo, pues sigo siendo una persona ingobernable y muy difícil; sus razones habrá tenido para tomar esa decisión, la cual agradezco.
Esta situación me dejó una nueva enseñanza: descubrí que a causa del temor que siempre tuve al rechazo, busqué la aceptación de los demás, haciendo cosas que me lastimaron. En consecuencia, también dañé a otros, a la gente que estaba más cerca de mí, a mi prójimo.
Esto me dio la oportunidad de buscar una nueva madrina, cosa que me daba terror pues, según yo, no quería andarle contando mi historial a toda la gente. Por este motivo estuve como dos meses sin madrina. Sin embargo, se trataba de una mentira más, pues en mi soberbia lo que me daba miedo era que todos se enteraran de que ya tenía una nueva madrina. Cómo era esto posible, una vez mas había fracasado, no podía retener a mi madrina ni a nadie, ¡qué iban a decir mis compañeras! Siempre preocupada por eso. Además, escuchaba a compañeros y compañeras de tiempo que compartían que tenían los mismos padrinos desde que entraron y yo, doña perfecta, no. Mi ego se resistía.
Hoy puedo verlo y me da gusto, porque este hecho me permitió darle un giro a la forma en que practicaba el Programa; también me enseñó a apreciar lo que me regalaba mi madrina, de la cual me sigo sintiendo orgullosa, y estoy agradecida por el tiempo que me regaló, estoy más consciente de las señales que Dios me manda para hacer su voluntad y no la mía.
Debo tener la plena confianza de que sólo un Poder Superior me puede devolver el sano juicio. Aquí viene la otra: siempre presumí que tenía grandes conocimientos sobre la religión, y probablemente sea así. Sin embargo, saber no significa tener fe. Debo tener cuidado en la forma en que llevo a cabo mi práctica religiosa. Claro, es mi opinión. Además, eso depende de a quién le presumía lo que sabía, porque no lo hacía con el Papa. ¡Ah no!, tenía que buscar a alguien más débil para exaltar mi poder y ocultar mi miedo. Es maravilloso el día de hoy poder reconocer mis carencias. Descubrí que en el afán de sentirme superior las convertí en defectos y todo hubiera estado bien si hubiera utilizado correctamente lo poco que sabía, pero no; lo manejaba para hacerles ver a todos sus errores, pues me daba miedo verlos en mi persona. Era más fácil juzgar a los demás que hacerlo conmigo misma. Pobre de mi madre, cómo la hice sufrir con mi soberbia. Ahora abrazo mis defectos en toda aquella persona a quien quiero criticar. Hoy sé que Dios me los muestra en alguien más para que pueda perdonarme y aceptarme como soy, como Él me hizo.
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