Anonimato (1.946)
Originalmente publicado en The A.A. Grapevine
(Uno de los primeros artículos sobre nuestra vital Tradición del Anonimato).
En los próximos años el principio del anonimato llegará indudablemente a formar parte de nuestra tradición. Actualmente ya podemos apreciar su valor práctico. Pero más importante aún, empezamos a sentir que la palabra “Anónimo” tiene para nosotros un inmenso significado espiritual. Sutil pero poderosamente nos recuerda que debemos colocar los principios antes que las personalidades; que hemos renunciado a la glorificación personal ante el público; que nuestra Sociedad no solo predica sino que realmente practica una humildad verdadera. No cabe la menor duda de que la práctica del anonimato en nuestras relaciones públicas ha tenido ya un profundo efecto sobre nosotros, y sobre los millones de amigos que tenemos en el mundo exterior. El anonimato se ha convertido en la piedra angular de nuestra política de relaciones públicas.
El origen y subsecuente desarrolló de esta idea es un trozo interesante de la historia de A.A. En los años anteriores a la publicación del libro “Alcohólicos Anónimos” nosotros no teníamos nombre. Sin nombre, sin estructura, con nuestros principios esenciales de recuperación todavía bajo debate y ensayo, no éramos más que un grupo de bebedores siguiendo lo que suponíamos que era la ruta hacia nuestra libertad. Tan pronto estuvimos seguros de que caminábamos por una senda correcta, nos decidimos a escribir un libro para llevar a los demás alcohólicos la buena nueva. A medida que el libro iba tomando forma, inscribíamos en él la esencia de nuestra experiencia. Fue el producto de miles de horas de discusión. Representó verdaderamente la voz colectiva, el corazón y la conciencia de quienes fuimos pioneros durante los primeros cuatro años de nuestra Asociación.
Cuando ya se aproximaba el día de la publicación, nos esforzábamos por encontrar un nombre adecuado para el libro. Creo que alcanzamos a considerar por lo menos 200 títulos. Proponer títulos y votar sobre ellos en las reuniones llegó a ser una de nuestras principales actividades. Después de una gran cantidad de discusiones y argumentos, nuestra escogencia se limitó finalmente a un par de nombres: ‘La Salida” (The Way Out) y ‘Alcohólicos Anónimos”. Cuál de los dos nombres era el adecuado? Esa fue la pregunta final. Resolvimos hacer una nueva votación en los grupos de Akron y
New York. Por una estrecha mayoría el veredicto se inclinó por el nombre de “La Salida”. Pero poco antes de la impresión del libro, alguien sugirió que podría haber otros con el mismo título. Uno de nuestros primeros miembros solitarios (nuestro querido Fitz M., quien para ese entonces vivía en Washington) fue a la Biblioteca del Congreso a investigar. Encontró exactamente doce libros titulados “The Way Out”. Cuando nos llegó esta información, nos estremecimos ante la posibilidad de ser nosotros “La Treceava Salida”. En esta forma no quedaba más alternativa y ci libro se llamó ‘Alcohólicos Anónimos”.
Así adquirimos un nombre para nuestro libro de experiencias, bautizamos nuestra Sociedad, y, según empezamos a verlo ahora, obtuvimos una tradición de la mayor importancia espiritual. Los caminos que Dios toma para ejecutar sus maravillas, son misteriosos!
En el libro “Alcohólicos Anónimos” hay solamente tres referencias al principio del anonimato, El Prefacio de nuestra primera edición establece: “Por ser hombres profesionales y de negocios en la gran mayoría, muchos no podríamos conservar nuestros trabajos si nos diéramos a conocer”, luego: “encarecidamente recomendamos a cada uno de nuestros compañeros que cuando escriban o hablen para el público sobre el alcoholismo, omitan su nombre y apellido designándose simplemente como “Un miembro de Alcohólicos Anónimos”; y más adelante: “solicitamos también encarecidamente de los señores de la Prensa que observen esta regla, pues de otro modo podríamos vernos seriamente perjudicados”.
Desde la publicación del libro en 1.939, se han formado cientos de grupos de A.A. Cada uno de ellos hace las siguientes preguntas:
“Qué tan anónimos se supone que seamos?”, y “viéndolo bien, para qué sirve el principio del anonimato?”. En gran medida cada uno de los grupos ha dado su propia interpretación. Naturalmente se encuentran amplias diferencias de opinión. Cuál es el significado de nuestro anonimato y hasta dónde debemos llevarlo, son preguntas que no han sido resueltas todavía.
Aunque ya no nos asusta el estigma del alcoholismo como antes, aún encontramos individuos extremadamente sensibles con respecto a su conexión con nosotros. Algunos vienen con nombres supuestos. Otros nos hacen jurar que guardaremos su secreto. Temen que su conexión con Alcohólicos Anónimos pueda arruinar sus negocios o su posición social. Al otro lado de la escala de opiniones encontramos al individuo que declara que el anonimato es algo infantil y ridículo. Cree un’ deber gritar a los cuatro vientos que es miembro de nuestra Sociedad. Señala que nuestra Asociación alberga gente de renombre, y algunos de importancia nacional. Pregunta: “Por qué no capitalizamos ese prestigio personal como lo haría cualquier otra organización?”. En medio de estos extremos hay incontables matices de opinión. Algunos grupos. Especialmente los más nuevos, se conducen como si fueran sociedades secretas. No desean que sus actividades las conozcan ni siquiera los amigos. No aceptan que a sus reuniones asistan clérigos, médicos o aún sus mismas esposas. En cuanto a invitar reporteros o periodistas, ni pensarlo! Otros grupos creen que sus comunidades debieran saber todo lo concerniente a nuestra Asociación aunque no dejan imprimir sus nombres, sí aprovechan cualquier oportunidad para hacer propaganda a las actividades del grupo. Tienen ocasionalmente reuniones públicas o semi-públicas donde los oradores se identifican por su nombre completo. También invitan frecuentemente para hablar en tales reuniones, a médicos, religiosos, o funcionarios públicos. Eventualmente unos pocos miembros han quebrantado su anonimato por completo. Sus nombres, fotografías y actividades personales han aparecido en los periódicos, o han firmado como miembros de AA. en artículos acerca de nuestra Asociación.
Puede observarse que aunque es muy evidente que la mayoría de nosotros cree en el anonimato nuestra práctica del principio varía enormemente. Y debemos darse cuenta que en el futuro la seguridad y efectividad de AA. puede depender de su preservación.
La cuestión vital es: Dónde debemos fijar el punto en que acaban las personas y empieza el anonimato.
Es un hecho que pocos de nosotros somos realmente anónimos al nivel de nuestra vida diaria. Hemos roto el anonimato a este nivel porque pensarnos que nuestros amigos y allegados deben saber algo acerca de A.A. y de lo que esta entidad ha hecho por nosotros. Deseamos también perder el miedo de admitir nuestra enfermedad. Aunque rogamos encarecidamente a los reporteros no revelar nuestra identidad, frecuentemente hablamos en reuniones semi-públicas usando nuestros verdaderos nombres. Deseamos demostrar al auditorio que nuestro alcoholismo es una enfermedad que ya no nos dá miedo mencionar. Hasta aquí, todo está bien. Pero si avanzamos más allá de este límite, perderemos para siempre el principio del anonimato. Si cada miembro se sintiera libre de publicar su nombre, fotografía e historial, pronto nos veríamos lanzados a una vasta orgía de publicidad personal que obviamente ya no podríamos detener. No es en este punto donde, según nuestra mejor tradición, debemos trazar la línea?
1. Cada miembro de nuestra Asociación debe tener el privilegio de encubrirse a sí mismo en la medida que prefiera. Sus compañeros deben respetar sus deseos y ayudarle a guardar el anonimato en el nivel que quiera asumir,
2. Recíprocamente, el miembro debe respetar los sentimientos de su grupo con respecto al anonimato. Si los miembros de su grupo desean ser menos recatados en su localidad. el individuo debe acatar esta decisión, a menos que el grupo cambie de parecer
3. Debe ser una política general que ningún miembro de Alcohólicos Anónimos se sienta con la libertad de publicar su nombre o fotografía en asuntos relacionados con las actividades de AA. Esto no restringe sin embargo, el uso de su nombre y apellido en otras actividades públicas, siempre y cuando no revele su condición de miembro de nuestro Sociedad.
En caso de que estas sugerencias, o variaciones de ellas, se adopten corno política general, cada miembro deseará saber algo más acerca de nuestra experiencia. Seguramente estará interesado en conocer lo que piensan los miembros más antiguos. Queremos en este artículo explicar nuestras ideas actuales basadas en nuestra experiencia colectiva.
En. primer lugar, creo que la mayoría de nosotros estará de acuerdo en que la idea del anonimato es sólida, porque anima a los alcohólicos y sus familias a acudir a nosotros en busca de ayuda. Encontrándose aún temerosos de ser estigmatizados, miran nuestro anonimato como una seguridad de que sus problemas serán manejados en forma confidencial, que la tragedia alcohólica se quedará “en familia” y no saldrá a la luz pública.
En segundo lugar, la política del anonimato es una protección para nuestra causa. Evita que los llamados fundadores o líderes adquieran demasiada notoriedad, con el peligro de emborracharse en el momento menos esperado, ocasionando así un gran perjuicio a nuestra Asociación. Y nadie puede decir que eso no podría sucedemos, porque es muy factible.
En tercer lugar, casi todos los reporteros periodísticos encargados de entrevistamos, se lamentan al principio de la dificultad de escribir SUS artículos al no poder utilizar nombres propios. Pero rápidamente olvidan su dificultad cuando se dan cuenta que están tratando con un grupo de personas que no tienen afán publicitario. Probablemente es la primera vez en su vida periodística que esto les sucede. Y por más sarcásticos que sean, nuestra sinceridad instantáneamente los transforma en amigos nuestros. Por este motivo, sus artículos son humanos, nunca trabajos de rutina. Y escriben entusiastamente, porque ellos mismos están convencidos de lo que dicen. La gente pregunta frecuentemente cómo hemos hecho para asegurarnos tan increíble cantidad de excelente propaganda. La respuesta parece ser que prácticamente todos los que escriben acerca de A.A. se vuelven nuestros partidarios, y a veces fanáticos. No es nuestra política de anonimato la causa primordial de este fenómeno’. En cuarto lugar, por qué el público nos mira tan favorablemente? Simplemente porque estamos trayendo la recuperación a tantos alcohólicos? No, no es solamente por eso. Aunque lo impresionen nuestras recuperaciones, el público está mucho más interesado en nuestra manera de vivir. Cansado como está de los avisos comerciales, las promociones espectaculares y los vociferantes personajes públicos, se siente sosegado al ver nuestra quietud, modestia y anonimato. Puede muy bien suceder que sienta que se está generando un gran ‘poder espiritual dentro de sí, que algo nuevo ha entrado en su vida.
Si el anonimato ha hecho todas estas cosas por nosotros, debemos lógicamente continuarlo como política general. Siendo ahora tan valioso para nosotros, en el futuro podrá constituir una garantía incalculable. En un sentido espiritual, el anonimato asciende a la renunciación del prestigio como un instrumento de política general Tengo la plena confianza en que haremos todo cuanto esté a nuestro alcance para preservar este poderoso principio.
Cómo podemos aplicarlo? Puesto que predicamos el anonimato a cada recién llegado, debemos por nuestra parte preservar el anonimato de esa persona en la forma y en la medida que él mismo indique. Una razón para ello es que cuando él leyó nuestro anuncio y vino a nosotros, le estábamos prometiendo que haríamos eso exactamente. Y si quiere llegar con un nombre supuesto, debemos asegurarle que puede hacerlo. Si n’ desea discutir su caso personal con nadie, ni siquiera con otro A.A., está en su pleno derecho y debemos respetar su decisión. Aunque hay muchas personas a quienes no les importa que se conozca su afiliación, hay también otras muy susceptibles a este respecto, y es nuestro deber guardar su secreto hasta cuando lo quieran revelar.
Luego viene el problema del recién llegado que quiere romper su anonimato prematuramente. Vuela donde todos sus amigos a contarles que ha ingresado a los AA.; si su grupo no lo retiene, él corre a los periódicos o a las emisoras con el ánimo de que todo el mundo sepa lo que ha hecho. Quiere contarle a todos, los más íntimos detalles de su vida privada para luego encontrar que ha obtenido demasiada publicidad. Debemos sugerirle que tome las cosas con calma, que se asiente bien primero antes de hablar de los A.A.; que a nadie se le ocurre hacerle publicidad a los A.A. sin consultar primero con su grupo.
Tratemos ahora el problema del anonimato del grupo. En forma similar al individuo, el grupo debe llevar cautelosamente su vida mientras adquiere fuerza y experiencia. No debiera haber mucha prisa para invitar oradores o para hacer reuniones públicas. Sin embargo, este conservatismo puede ser exagerado. Algunos grupos siguen, año tras año esquivando la publicidad y toda clase de reuniones, Salvo las cerradas para alcohólicos únicamente. Tales grupos crecen muy lentamente. Permanecen estancados porque no reciben sangre nueva. En su ansiedad por mantenerse escondidos olvidan la obligación que tienen de transmitir el mensaje a otros alcohólicos de la localidad. Pero esta exagerada cautela no dura mucho tiempo. Poco a poco se van invitando a clérigos y médicos a las reuniones, y finalmente el grupo acaba anunciándose en los periódicos.
En muchos lugares, no en todos, se acostumbra que los miembros de A.A. usen su nombre y apellido cuando hablan en reuniones públicas o semi-públicas. Esto se hace para impresionar al auditorio con el hecho de que no tememos el estigma del alcoholismo; sin embargo, si hay periodistas presentes en la reunión, se les pide encarecidamente que no divulguen los nombres de los oradores alcohólicos. En esta forma se preserva el principio del anonimato al nivel del público en general y al mismo tiempo nos presentamos como un grupo de alcohólicos a los cuales no nos asusta dejar que nuestros amigos sepan que hemos sido gente muy enferma.
En la práctica entonces, podemos resumir el principio en la forma siguiente: con una excepción muy importante, el problema del límite hasta el cual pueda llegar cada individuo o grupo al romper su anonimato, se deja exclusivamente al individuo o a] grupo interesados. La excepción es: que todos los grupos o individuos, cuando escriban o hablen públicamente como miembros de Alcohólicos Anónimos se sientan obligados a encubrir sus nombres. En este punto debemos trazar la línea. No debemos descubrirnos ante el público por medio de la prensa, la radio, la televisión, el cine y similares.
Quien quiera romper su anonimato debe saber que está sentando un precedente que puede eventualmente destruir un valioso principio. No debemos permitir que alguna ventaja inmediata remueva nuestra determinación de mantener intacta una tradición tan vital.
Cada miembro de AA. necesita una buena dosis de modestia y humildad para obtener una recuperación permanente. Si estas virtudes son tan vitales para el individuo, con mayor razón Jo son para A.A. como un todo. El principio del anonimato ante el público en general puede, si lo llevamos seriamente, garantizar que nuestra Sociedad siempre tendrá estas cualidades. Nuestra política de relaciones públicas debe basarse siempre en el principio de atracción y nunca en la promoción.
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