domingo, 6 de junio de 2010

SEXTO PASO

SEXTO PASO



Estuvimos dispuestos a dejar que Dios eliminase todos estos defectos de carácter.



“Este es un paso que separa a los hombres de los muchachos...”. Así piensa un clérigo. Dice que la persona que tiene la suficiente buena voluntad y honradez para aplicar una y otra vez el Sexto Paso a sus defectos “sin reservas de ninguna especie”, ha avanzado mucho espiritualmente, y por consiguiente merece que se diga de él que es una persona que está tratando sinceramente de crecer a la imagen de propio Creador.



Desde luego la frecuentemente discutida pregunta de si Dios puede eliminar defectos de carácter –y si lo hará bajo ciertas condiciones-, tendrá una respuesta afirmativa de parte de casi cualquier miembro de N.A. Para él esta proposición no es una teoría; para él será tal vez el hecho más importante de su vida.



Generalmente se referirá a ello así: “Seguramente que estaba vencido, absolutamente derrotado. Mi fuerza de voluntad no me servía en nada para controlar mis emociones. Cambios de ambientes, los mejores esfuerzos de mi familia y mis amigos, de médicos y clérigos, resultaron inútiles contra mi neurosis. Sencillamente no podía controlarme y nadie podría lograr que lo hiciera. Pero cuando estuve dispuesto a ventilarme y le pedí a un Poder Superior, Dios tal como lo concebí, que me liberara de mis defectos, mi neurosis desapareció. Me la arrancaron”.



Esta clase de testimonios se oye a diario en reuniones de N.A., en todo el mundo. Cualquiera puede ver claramente que cada miembro de N.A., ha sido liberado. Así es que de una manera cabal y literal todos los miembros de N.A., estuvieron dispuestos a dejar que Dios eliminase de sus vidas la neurosis. Y Dios procedió a hacer exactamente eso.



Una vez que se nos ha liberado de una manera perfecta de nuestro principal medio de escape (drogas, píldoras, alcohol, etc.), ¿Por qué no podemos lograr por el mismo medio, una liberación perfecta de cada uno de nuestros problemas y defectos? Este es un acertijo de nuestra existencia cuya respuesta solamente puede estar en la mente de Dios. A pesar de todo podremos darnos cuenta de parte de la respuesta cuando menos.



Cuando los hombres y mujeres se dejan llevar por sus emociones a tal grado que destruyen sus vidas, están cometiendo un acto antinatural. Desafiando a su instinto de conservación parecen que están empeñados en destruirse. Van contra su instinto más hondo. Al ser humillados por la terrible paliza que les propinan las emociones descontroladas, la Gracia de Dios puede llegar a ellos y liberarlos. Aquí, su instinto poderoso de vivir puede colaborar de lleno con el deseo de su Creador de darles una vida nueva. Porque tanto la naturaleza como Dios aborrecen el suicidio.



Pero la mayoría de las otras dificultades que tenemos no entran en esta categoría para nada. Toda persona normal quiere, por ejemplo, comer, y reproducirse, ser alguien en la sociedad de sus semejantes. Y desea estar razonablemente a salvo y seguro mientras trata de conseguir sus fines. Ciertamente Dios lo hizo así. No lo concibió para que se destruyera. Y sí lo dotó de instintos que lo ayudaran a sobrevivir.



No se evidencia en ninguna parte que nuestro Creador espere que eliminemos totalmente nuestros impulsos instintivos. Hasta donde sabemos, no hay constancia de que Dios haya removido de algún ser humano todos sus impulsos naturales.



Como la mayoría de nosotros nace con abundancia de deseos naturales, no es raro que frecuentemente dejemos que éstos excedan su propósito. Cuando nos llevan a ciegas, exigimos voluntariamente de ellos que nos proporcionen más satisfacciones de lo que es posible o de lo que es debido, es el momento en el que nos apartamos del grado de perfección que Dios desea para nosotros en la tierra. Esta es la medida de nuestros defectos de carácter o, si se quiere, pecados.



Si se lo pedimos Dios seguramente nos perdonará negligencias. Pero en ningún caso nos dejará blancos como la nieve si no aportamos nuestra colaboración. Eso es algo que se supone que nosotros estamos dispuestos a esforzarnos por lograr. Él solamente pide que tratemos, lo mejor que podamos, de avanzar en la formación de nuestro carácter.



Así es que en el Sexto Paso “estuvimos dispuestos a dejar que Dios eliminase nuestros defectos de carácter” es la forma en que N.A., expresa lo que es la mejor actitud que puede asumirse para empezar esta tarea de toda la vida. Esto no quiere decir que se espere que todos nuestros defectos de carácter serán eliminados como lo fue nuestro principal medio de escape. Puede que algunos sí, pero tendremos que contentarnos con mejorar pacientemente en lo que respecta a la mayoría de los demás. Las palabras clave “enteramente dispuestos” subrayan el hecho de que aspiramos a lo mejor en lo que conozcamos o podamos conocer.

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