Recuperación
MADUREZ EMOCIONAL
Llegué a la Asociación con una edad emocional de cinco años pero con una edad tísica de 27. ¡Qué dolor tan grande sentía por no poder enfrentarme a la vida con mi edad real! Miedo, miedo y más miedo. Era como una niña de cinco años que se pierde en pleno centro y voltea a todos lados llorando y pidiendo ayuda, una niña que grita y mueve la cabeza de un lado hacia otro para ver de quien se va a agarrar para usarlo de salvavidas.
A mis 27 años volteaba y volteaba pidiendo ayuda, pero me di cuenta de que no había nadie: ya me había aferrado dos veces a dos parejas que tuve y finalmente me habían soltado, de tal forma que siempre volvía a sentir ese miedo. Intenté acercarme a mi madre y ella también tenía miedo, e igualmente buscaba de quien agarrarse; quise buscar a mi padre y él, con su ejemplo, me dijo: sólo Dios te puede ayudar. Acudí a N.A. y ahí encontré de quien agarrarme: primero del grupo y luego de un Poder Superior.
Vivir con responsabilidad, con madurez emocional, me ha costado mucho esfuerzo, pero gracias a mi Poder Superior sólo por hoy vivo feliz.
Acepto mis 34 años, soy madre de dos hijos y ahora sí puedo hacer ese papel. Ya no soy una niña cuidando a dos niños, como un ciego guiando a otro ciego.
Dios me prestó a dos de sus hijos y me regaló un Programa para que yo los críe, los eduque y los ame. Ahora, con la madurez que he adquirido en el Programa puedo amarlos y no castigarlos. He encontrado el equilibrio del amor (que no es nada fácil). Como madre, quería darles todo pero no sabía cómo, y esto me enseña a poner límites, a ser constante con las enseñanzas y no permisiva por comodidad. Cuántas veces dije que yo no podía hacer el papel de madre., que era mucho para mí. Ahora ya no ocurre eso. Y yo le doy gracias a Dios de que me haya prestado, a dos de sus hijos, porque El sabe que ahora sí puedo con la responsabilidad.
Con el estado de madurez adquirido, gracias a la práctica de los Principios del Programa, me doy cuenta de que un ser humano con espiritualidad puede guiarse y conducirse por la vida. Ahora puedo escuchar sugerencias que son sólo eso:
las decisiones son mías, ya no necesito las razones y justificaciones de la pareja, las mías, las de la madre, de los hermanos o de los vecinos. Ahora mis aciertos y mis errores son sólo míos.
Ya no vivo pendiente del estado de ánimo de los demás. El comportamiento de otra persona no es mi responsabilidad; ahora es conmigo misma y con los hijos que el Poder Superior me prestó.
Ahora me cuido física, mental y emocionalmente. Ya no espero que otro se haga cargo de mí, ya no tengo miedo de ser adulta. Ahora le doy gracias a Dios de que crecí, de ya no ser aquella niña que vivía con las emociones de todos metidas como agujas en el cuerpo. Ahora soy sólo yo, sé quién soy, a dónde voy; sé cual es el propósito de mi vida, sirvo a mis semejantes. Hay muchas maneras de hacer ese servicio: la atención y el cuidado de los hijos, de mi salud, (le la Asociación y de mis compañeros.
Ahora puedo escucharlos y decirles claramente que hay esperanza, que no se desesperen: que hay una promesa, que siga viniendo, que lo bueno sale caro, que cuesta dejar de argumentar que ahora no puedo ir al grupo, que tengo que hacer muchas cosas... eso no vale, ahora lo mas importante es mi recuperación.
Muy buena su experiencia y adelanta gracias por compartirla.
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