Hoy la vida comienza otra vez. Hoy se me regala un nuevo día. Está en mí hacerlo fructífero o desperdiciarlo, disfrutarlo o padecerlo. Hoy tengo una nueva oportunidad de ser feliz o de sentirme triste. Existen suficientes motivos para agradecer o para amentarme, para sentirme desdichado o dichoso, para vivir o para morirme. La elección es únicamente mía. De mí depende cómo pase este día, aunque exista tanta gente a la cual pueda hacer responsable tanto de mí éxito como de mi fracaso, de mi felicidad como de mi amargura. Soy el único responsable de todo lo que siento, de cómo reacciono ante las cosas de cómo enfrento la realidad.
Tengo la opción de intentar cambiar lo que está a mi alcance o quejarme. Tengo a opción de rebelarme contra lo que no depende de mí o aceptarlo tal cual es. No intentemos cambiar la rosa, celebremos su belleza y aceptemos sus espinas. No existe rosa sin ellas; de la misma forma que no puede haber amanecer sin noche, renacer sin destrucción.
Hoy a vida me ofrenda otra chance de avanzar o de quedarme quieto, de arriesgarme a andar por el camino o de quedarme a un costado y contemplar cómo la vida pasa frente a mí. Hoy puedo gozar de otro amanecer; quizás parezca poco, pero debo recordar que muchos que ayer se han dormido hoy ya no han despertado. Pero yo sí, y si se me otorga la gracia de otra jornada es por algún motivo. En mí está descubrirlo.
Hoy puedo remediar tantos errores que ayer cometí; disculparme ante tantas personas que ofendí, o al menos si ya no me perdonan, intentar perdonarme a mí mismo. De nada sirve seguir aferrado a lo que hice mal sino intentar hacerlo bien la próxima vez. Por más que no lo acepte, no puedo cambiar ni un punto ni una coma ce a que ya esta hecho. Me he caído pero hoy puedo volver a levantarme. He sufrido, pero no significa que no pueda disfrutar. Ni el pasado ni el futuro depende de mí, vivir en ellos solo me crea un refugio imaginario que me impide afrontar el hoy.
En sí a vida no contiene nada, no signa nada. Es uno mismo el que le da contenido y significado. Vivir es mucho más que subsistir. Quizás nunca tenga todo lo que quiero, pero tengo mucho por lo que agradecer. De mi depende lamentarme por lo que no tengo o disfrutar de lo que sí poseo.
Seguir adelante es arriesgarme a perder el lugar que he conseguido, pero quedarme quieto también implica riesgo. La diferencia es que si se avanza se puede llegar muy lejos, pero si se permanece en el mismo sitio se corre el peligro de retroceder. Existen dos clases de límites a mis capacidades: el que me impone la realidad y el que yo me impongo. Pero el que yo me impongo siempre está mucho más cerca que el otro.
Es frecuente que nos quejemos por lo que no podemos hacer, pero si pudiéramos hacerlo todo, ¿tendría sentido intentar algo? Sin esfuerzo, ¿tendrían las cosas el mismo valor?
Hoy tengo una gran oportunidad de conocer a un ser maravilloso y único que muchas veces no valoro lo suficiente, que tantas otras sobreestimo: Yo. Hoy puedo despojarme de mis máscaras y encarar la fascinante tarea de descubrirme. No soy el mejor ni el peor, poro si intento aprenderlo que los demás tienen para enseñarme puedo superarme a mi mismo día a día. No es fácil enfrentarme a mí, pero soy el único ser sobre el que puedo trabajar en mi afán de cambiar el mundo. Si yo aprendo, tal vez pueda ayudar a los demás a aprender, si yo crezco tal vez pueda ayudarlos a crecer. De la misma forma que otros compartieron conmigo su experiencia, debo yo compartirla con los demás. Ninguna enseñanza, ningún conocimiento es mío, me lo han dado y debo darlo a otros para que no se rompa la cadena. Ninguna virtud es más importante que la capacidad de aprender de todo lo que me rodea. El mundo que me circunda es fecundo en enseñanzas, de cada cosa puede rescatarse algo, tanto para ponerlo en práctica como para evitarlo. La vida me espera, tengo un lugar y debo aprovecharlo al máximo. Mi tiempo es breve, no debo desperdiciarlo. Existe un lugar para mí, sólo debo hallarlo. Aunque tal vez no lo sepa, soy parte del TODO y mi presencia es necesaria. Un nuevo amanecer me recibe; en mis manos y en las de nadie más está el mover mis piezas o abandonar el juego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agregue su sugerencia