martes, 23 de febrero de 2010

PRIMER PASO

Admitimos que somos impotentes ante nuestras emociones y que ya nos es imposible manejar nuestras propias vidas.



¿A quién le agrada admitir la derrota definitiva? Prácticamente a nadie por supuesto. Todos nuestros instintos naturales se rebelan ante la idea de que somos impotentes para manejar solos sin ayuda de nadie, nuestra enfermedad emocional. Es algo verdaderamente doloroso admitir que nosotros a través de nuestros disturbios mentales, hemos torcido nuestras mentes hacia una forma destructiva de pensar, debido a nuestras emociones mal dirigidas, y que esto es algo que solamente un acto de la Providencia puede mejorar.



Ningún fracaso es tan doloroso como éste. Cada una de las emociones mal encauzadas se han convertido en un verdugo que nos despoja de las facultades de la voluntad para resistir a sus ataques. Cuando aceptamos el simple hecho de que solos no podemos defendernos, nuestra derrota es completa; una derrota que puede convertirse en victoria, si seguimos las sugerencias de nuestro programa de recuperación de N.A.



Así es que al ingresar a N.A., cambia muy pronto nuestro punto de vista respecto a esta derrota. Nos damos cuenta de que únicamente admitiéndola, seremos capaces de dar los primeros pasos hacia nuestra liberación y fortalecimiento. La aceptación de nuestra impotencia se convierte finalmente en firme cimiento sobre el cual podemos edificar una vida feliz y útil.



Es muy poco el provecho que puede obtener el neurótico que ingresa en N.A., si no se da cuenta de su devastadora debilidad y de las consecuencias. Hasta que no lo reconozca humildemente, su recuperación si acaso logra alguna, será muy limitada y no encontrará una felicidad verdadera. Una larga experiencia comprueba, sin lugar a duda, que ésta es una de las verdades de N.A., el principio de que no encontraremos firmeza duradera para vivir tranquilos hasta que no admitamos la completa derrota, es uno de los fundamentos personales sobre los que ha crecido y florecido nuestra agrupación.



Muchos nos rebelamos cuando nos desafiaron a admitir la derrota. Nos acercamos a N.A., esperando que se nos enseñara a tener confianza en nosotros mismos para dominar por nuestro propio esfuerzo nuestras emociones confusas. Pero en lo que a las emociones respecta, la confianza en sí misma sin ayuda de otros que sufren de igual manera no sirve para nada; de hecho es un verdadero riesgo.



Nuestros padrinos nos dijeron que éramos víctimas de una enfermedad mental sutilmente intensa, producida por las emociones mal encausadas, que nos estaban llevando al fondo emocional y que ningún poder humano podría salvarnos. Nos dijeron que con la sola voluntad, sin la ayuda de otros seres humanos, era imposible vencer este mal. Profundizando implacablemente en nuestro dilema nos indicaron nuestra creciente susceptibilidad hacia los disturbios emocionales como el miedo, la angustia, la soledad, la irritabilidad, y decenas de estos males.

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