jueves, 25 de febrero de 2010

DUODECIMO PASO

(Porcion)

Habiendo experimentado un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los neuróticos y de practicar estos principios en todos nuestros actos

Con frecuencia solemos pasar por ciertas etapas en la práctica del Duodécimo Paso en las que parecería que no estamos muy cuerdos. En esos momentos creemos que aquello es un retroceso, pero más tarde nos daremos cuenta de que son peldaños que conducen a un mejoramiento. Por ejemplo, después de meses de estar trabajando para que determinada persona conserve su serenidad, ésta tiene una recaída. Tal vez esto suceda en una serie de casos y podemos desilusionarnos mucho de nuestra capacidad para llevar el mensaje de N.A., o podemos encontrarnos con una situación opuesta, en la que nos sentimos engreídos por el éxito que hemos obtenido. En este caso hay la tentación de volvernos posesivos con los recién llegados. Tal vez tratemos de aconsejarlos en sus asuntos, cuando no estamos capacitados para hacerlo o cuando sencillamente no deberíamos hacerlo. Entonces nos sentimos lastimados si no se aceptan nuestros consejos o si el seguirlos ha producido un estado de confusión. Algunas veces hemos llevado el mensaje a tantos neuróticos que se nos pone en un cargo de confianza. En este caso volvemos a sentir la tentación de excedernos en el desempeño de nuestro cargo y algunas veces da por resultado contrariedades y otras dificultades difíciles de aceptar.



Pero a la larga comprenderemos que estos son sufrimientos naturales de desarrollo y que nada que no sea bueno puede resultar de ellos si recurrimos más y más a cada uno y a todos los Doce Pasos para encontrar las respuestas que necesitamos.



Ahora llegamos al dilema más importante. ¿Qué hay que “practicar” estos principios en todos los actos de nuestra vida? ¿Podemos querer esa norma de vida en su totalidad, así como queremos ese pequeño segmento de ella que descubrimos cuando tratamos de que otros neuróticos logren su tranquilidad? ¿Podemos poner en nuestras, algunas veces maltrechas, relaciones familiares, el mismo cariño y tolerancia que ponemos en nuestro grupo N.A.? ¿Podemos tener la misma confianza y fe que tenemos en nuestros padrinos cuando se trata de aquéllas gentes a las que hemos infectado y hasta lisiado con nuestra enfermedad? ¿Podemos realmente seguir la esencia del Duodécimo Paso en el desempeño de nuestras ocupaciones? ¿Podemos enfrentarnos a las responsabilidades que acabamos de descubrir que tenemos con el mundo en general? ¿Y podemos tener una finalidad y devoción en la religión que sea la nuestra? ¿Podemos encontrar una nueva alegría de vivir al tratar de hacer de todo esto una realidad?.



Más aún, ¿cómo llegaremos a un acuerdo cuando se trate de un aparente fracaso o éxito? ¿Podemos ya aceptarlos o amoldarnos a ellos sin sentir desesperación ni orgullo? ¿Podemos aceptar la pobreza, las enfermedades, la soledad y las penas con valor y serenidad? ¿Podemos ser perseverantes en conformarnos con las satisfacciones más humildes, pero duraderas, cuando nos están vedadas otras que relumbran?.



La respuesta de N.A., a estas preguntas acerca de cómo vivir es: sí, todo esto es posible. Lo sabemos porque vemos cómo los sufrimientos, la monotonía y hasta las calamidades les han sido útiles a esos que perseveran en la práctica de los Doce Pasos. Y si estos son hechos de las vidas de muchos neuróticos que se han recuperado en N.A., también podrán serlo en las de muchos más.

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