Una sesión en Neuróticos Anónimos Por Adela Soriano
Periodista Hombres y mujeres, reunidos en una habitación, comparten experiencias suicidas, sentimientos de culpabilidad, depresión, ira, nerviosismo, infidelidad, ansiedad, soledad, tristeza, miedo, amargura y resentimiento. Son neurasténicos que se ocultan tras la máscara de un padre, una madre, un amigo, una amiga y que pasan desapercibidos por la sociedad.
|
Foto: Adela Soriano |
Los asistentes cuentan sus vidas y lo que N.A. ha hecho por ellos. |
|
Son las cuatro de la tarde. El sol empieza a descender y esto no impide el movimiento en el centro de San Salvador, el ruido de los vehículos que pasan por la Avenida Oscar Arnulfo Romero, apaciguan las voces de algunos vendedores, quienes prometen los mejores precios a todo aquel que pase cerca, a los obreros y obreras que esperan un autobús en la plaza Morazán. “¡A dos por la cora!”, grita un individuo que ofrece pega loca. Al cruzar la calle, frente a la parada de autobuses de la ruta 2 y 42 C, está un gran edificio de cuatro plantas, que abarca toda la cuadra. Años atrás fue utilizado por el Banco Salvadoreño, sus puertas con bordes de mármol color verde, dejan pasar a cualquiera. Un portero cuida la entrada, es un joven delgado, alto de tez blanca que siempre pregunta: “¿A dónde va?”. Al tener una respuesta, el joven dice: “¡Pase!”. Adelante se encuentran unas escaleras, diseñadas en forma de caracol, al llegar a la segunda planta, se pasa por un local pequeño donde un rótulo anuncia: “Compra y venta de oro”.Al lado izquierdo, se ve un pasillo largo y al caminar, se divisa una puerta abierta de color verde aqua. Dentro de la habitación hay muchas sillas de las cuales ocho son ocupadas por hombres y tres por mujeres, unos hablan de sus actividades que han hecho en el día, otros solo están sentados en silencio. Frente a ellos y ellas, una mesa con un mantel verde, sobre la tela unos libros degastados por su uso, una bolsa de colecta y una pequeña campana plateada como las que hay en recepción de cualquier hotel.Al extremo, se ubica un atríl de madera, con un micrófono. Al lado opuesto está una pizarra y arriba una pancarta que reza así: “Neuróticos Anónimos (N.A.) ‘Grupo Nueva Vida’, 1971-2007”. Un hombre moreno de ojos claros sale de una puerta de la parte derecha de la habitación, se dirige hacia la mesa, toca la campana dos veces, llega alatríl y saluda a los presentes, quienes de inmediato le prestan atención.El individuo toma en sus manos una hoja de papel laminada y expresa: “N.A. es una agrupación de hombres y mujeres que comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza de poder resolver sus problemas emocionales.Nuestro fin primordial es mantener nuestra estabilidad emocional y ayudar a otros a recuperarse de la neurosis, para alcanzar el estado de tranquilidad”. Luego, el orador se identifica con el nombre de Mauricio Armando Castro y anuncia “tribuna libre”, invitando a la audienciaque se acerque a compartir su experiencia mientras él toma asiento al lado de la mesa. Todo queda en silencio por unos instantes. Para la psicóloga Ligia García, la neurosis es una enfermedad con episodios excesivos de ansiedad, tristeza, depresión, nerviosismo, miedo a la sociedad, irritabilidad, etc. En el mundo una de cada cuatro personas padece de algún grado de neurosis y ha llegado a padecer trastornos emocionales graves. La Asociación Neuróticos Anónimos, nació el 3 de febrero de 1964, en Washington D.C. por un psicólogo con maestría en Educación, GroverBoydston, quien tuvo la iniciativa de ayudar a personas con problemas emocionales al recuperarse de neurastenia. La entidadllegó a El Salvador gracias al Ingeniero Roberto Montenegro, después de conocer N.A. en Brasil se recuperó de su neurosis y en agradecimiento decidió fundar un grupo en el país el 15 de agosto de 1971 sobre la Alameda Juan Pablo II, edificio San Jorge.En la actualidad, existen 20 agrupaciones alrededor del país, ubicados en los departamentos de Santa Ana, San Miguel, Usulután, Cuscatlán y La Libertad. Entre el público, se levanta un hombre corpulento, camina hacia el frente dejando ver su rostro gastado por el tiempo y unos ojos expresivos color verde; acomoda el micrófono, y dice: “Mi nombre es Ricardo Sandoval, tengo 58 años y soy un beneficiado de N.A. Yo era un hombre decepcionado, con problemas económicos, no tenía trabajo y todo eso me causó una depresión que despertó en mí deseos grandes de suicidarme.Intenté varias veces quitarme la vida,la última vez estaba en un restaurante, en mis manos tenía una escuadra y me fui al baño; con pensamientos retorcidos la apunté hacia mi sien derecha, halé del gatillo y la bala salió disparada hacia el espejo que estaba detrás de mí, tras el intento, salí aturdido y miré un anuncio de Neuróticos Anónimos que invitaba a una reunión informativa. Yo fui a la fecha y hora indicada. Aquí me han ayudado de muchas maneras, hoy tengo trabajo y pienso positivamente”. Ricardo, al terminar de hablar, regresa a su asiento, sonriendo como muestra de agradecimiento por los aplausos de los asistentes. Al terminar el bullicio, Castro toca la campana en señal que otro puede levantarse a compartir su vida. Uno tras otro pasa frente a los demás a contar sus experiencias, mientras que el salón se va llenando con los impuntuales, hasta llegar a un total de 24 asistentes a la reunión. Unos pocos escuchan atentamente al locutor, otros se ponen cómodos, cierran los ojos y se quedan dormidos por el cansancio causado por la ardua labor que han desempeñado durante el día. En la tribuna, una mujer robusta de piel morena y ojos achinados, con el nombre de Maritza López, vendedora del Mercado Central, comparte su problema de sociabilidad con las personas y las enfermedades neurológicas que le causa su hija, Diana de 15 años, quien le dice que es la peor de las madres de este mundo. Su error: no permitirle ingresar a una fiesta organizada por los amigos de la quinceañera, sin supervisión de sus padres. Entre tantas narraciones, la noción del tiempo se pierde; a través de las ventanas se siente una brisafresca propia de una noche en la ciudad. Además, se observa la total ausencia del sol y la tenue luminosidad de la luna, apaciguada por la fuerte luz artificial de la habitación. De nuevo se escucha el sonido leve de la campana,Mauricio levanta la bolsa de colecta y a la vez, argumenta: “Compañeros es tiempo de recoger la séptima”, haciendo referencia de la tradición número siete de N.A. que señala: “Todo grupo debe mantenerse completamente a sí mismo negándose a recibir contribuciones de afuera”. Castro pasa por cada uno de los miembros y miembras reunidos, quienes echan dentro dela bolsa algunas monedas. Al terminar contabiliza lo recaudado y lo apunta en la pizarra con ayuda de un plumón azul, escribiendo la cantidad de $4.39. Al momento, una mujer de baja estatura, con ojos dormilones, caminar lento y pausado, lleva consigo una bandeja, con varias tazas de café que ofrece a los asistentes y es así que, diez minutos, son aprovechados para saludarse unos a otros. Enseguida la convivencia de grupo es interrumpida, otra vez, por el ruido de la campanilla. Se continúa con los monólogos referentes a problemas matrimoniales, sentimientos de soledad, ira, culpabilidad, agradecimientos para el grupo NA. Entre ellos, un anciano de ojos bondadosos, de 1.65 centímetros de altura,llamado Herbert Rivas, “el Chelito” para los presentes, cuenta la trágica muerte que sufrió su amigo “Atilio”, tras morir de un cáncer de próstata, sugiere a los demás que cuiden de su salud si no quieren terminar como su compañero,con una muerte dolorosa y solitaria. El reloj marca las siete con cinco minutos. De pronto, Castro se levanta de nuevo, pero esta vez, para dar por terminada la sesión, pidiendo a los presentes, levantarse y rezar al unísono, la oración de la serenidad, “Dios me conceda la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que puedo y sabiduría para conocer la diferencia”. uchos se quedaron con las ganas de dar su testimonio, pero tendrán la oportunidad de expresarse en otra ocasión. La asociación se reúne de lunes a domingo, de cuatro de la tarde a siete de la noche. | |
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agregue su sugerencia